Antonio Puerta, el futbolista internacional del Sevilla fallecido ayer, tenía 22 años y estaba a punto de ser padre por primera vez. La noticia, conocida pocas horas después de la desaparición de un escritor tan popular como Francisco Umbral, ha conmovido a la opinión pública como sólo lo hacen las muertes de personas a las que se creía con toda la vida por delante. Las circunstancias de su muerte son a la vez una ocasión para reflexionar sobre las exigencias del deporte profesional. El equipo de Puerta jugó el pasado sábado en Sevilla contra el Getafe, tenía que haberlo hecho ayer en Atenas contra el AEK (el encuentro se aplazó), el viernes en Mónaco contra el Milan y el lunes en Pamplona contra Osasuna: cuatro partidos de máximo nivel en nueve días. Las cantidades de dinero que mueve el fútbol, las masas de seguidores que moviliza, han influido probablemente en esta multiplicación de competiciones y del paralelo aumento del esfuerzo competitivo de los jugadores.
A sus 21 años, Ronaldo, entonces el mejor jugador del mundo, se vio obligado a disputar la final del mundial de Francia, el 12 de julio de 1998, horas después de haber tenido que ser hospitalizado por un episodio que su compañero Roberto Carlos definió como una especie de crisis epiléptica. Según se supo después, rompiendo la barrera de silencio que rodeó el episodio, el motivo probable fue una reacción anafiláctica a la inyección de un calmante con que intentaron aliviar el dolor de su rodilla para que pudiera jugar la final. Con anterioridad, Antonio Puerta había sufrido otros dos desvanecimientos: uno en el campo del Badajoz, hace un año, y otro en la reciente pretemporada. No parece muy normal que con esos antecedentes no se sometiera al jugador a pruebas especiales para averiguar las causas. Puede que se hicieran, pero es necesario que los servicios médicos del Sevilla digan cuáles y con qué resultados. Entre otros motivos, porque existe en la memoria del club el precedente trágico de Pedro Berruezo, que sufrió tres desvanecimientos sobre el terreno de juego en la temporada 1972-1973, lo que le obligó a retirarse momentáneamente del fútbol. Pero regresó y falleció jugando en el campo del Pontevedra.
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