Estoy harto de oír en tertulias televisivas y radiofónicas hablar del chico argentino que no ayudó a la ecuatoriana agredida y de leer que le pesará la culpa el resto de su vida. Da la casualidad (sí, por suerte, existe el azar...) que en Valencia murió un joven por intermediar en una pelea. Le consideramos un ciudadano ejemplar, un héroe, pero tal vez sus familiares y amigos preferirían que le tildaran de cobarde y siguiera con ellos.
Señores (y señoras) no seamos demagogos, culpemos al agresor (que sigue campando a sus anchas por las calles, nen) y no a un muchacho cuyo delito fue ver algo que no debería haberse producido. Es lo que tienen los condicionantes y la causalidad (cada causa tiene su efecto): Si uno se porta correctamente, el otro no tiene que actuar.
Plantéense qué habrían hecho ustedes. Si son tan valientes y cívicos, ¿por qué no empiezan por ser menos intolerantes en el coche, irrespetuosos en el transporte público e impacientes en las colas de los establecimientos? Pero claro, eso es otra historia, ¿no?
PD. “Sobre héroes y tumbas” es el título de una obra de Ernesto Sábato, aunque yo os recomiendo fervientemente “El Túnel” donde el prota mata a su amada; No, no os estoy desvelando el final, lo cuenta desde el principio del libro y probablemente la “historia” que cuenta Sábato tenga mucho que ver con esta “pequeña historia” que se vivió en un tren de Barcelona. Dos hombres y una mujer. No es el casino, pero hay muchas combinaciones para hacer juego, el bien y el mal.
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