sábado, 7 de julio de 2007

El presidente (Manuel Rivas)

Esta semana, el presidente Rodríguez Zapatero no sólo mandó a la esquina al correoso contrincante, sino que se libró para siempre de un adjetivo nefasto, cuando lo que se interpreta es un thriller. El de blando. Hemos visto el adiós a Bamby. El adiós a Tony, el payaso de las bofetadas. En España, como explica el guionista Cheché Martín, no hay tradición de buen thriller. De cine negro. Aunque hay recientes obras, como La caja 507, de Enrique Urbizu, ambientada en la corrupción de la Costa del Sol, que merecerían abarrote en los cines. ¿Un thriller español? Pues sí. España tiene mucho de thriller. Gran parte de la historia es puro thriller, con más o menos tiros. Había que conseguir, me dice Cheché Martín, que los actores españoles agarraran las armas con más convicción. Como lo hace José Coronado en ese extraordinario filme. Los actores, en general, no están acostumbrados a andar con pipas y repartir plomo. La realidad histórica le ganó la partida a la ficción. Hizo bien Bertolt Brecht en emparejar los gánsteres y el fascismo. Lo que vivió España fue un sanguinario thriller de larga duración y, en ese contexto, podemos ahorrarnos muchas disquisiciones sobre la figura de Franco: fue un psico-killer. Estamos en otra fase del género. Vivimos en un Estado democrático y no criminal. La Administración, en general, trata de defender los derechos de los ciudadanos frente a los fanáticos y las mafias. Pero en la política todavía quedan guionistas empeñados en imponer el thriller. Y la derecha se pertrechó de dirigentes duros para este menester. En el fondo, en las encuestas no se pregunta quién te gusta más, Aznar, Rajoy, Acebes, Zaplana o Martínez-Pujalte (nuestro Bud Spencer), sino a quién teme usted más. El último tipo duro que dio la izquierda fue Alfonso Guerra, que empezó de duro castizo y fue derivando al duro nipón de Takeshi Kitano. Comprendo que Zapatero haya sacado el duro que todos llevamos dentro. Va a ganar votos en la derecha. Espero que mantenga una dureza con estilo. El duro John Wayne ponía de ejemplo a Bogart. Asustaba a los matones triturando con los dientes el hielo de la copa. Como hace, a mi modo de ver, de forma impecable y elegante aquella a quien Rajoy llamó "la otra". La señora vicepresidenta.

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