Si ustedes creían que con ver las fotos del ¡Hola! sobre la fiesta de cumpleaños de los señores Flufines de Fosforilla o la boda de los Fanfarria de Funfurrín ya lo sabían todo sobre el pijerío más irredento del país, están equivocados. En primer lugar, les diré que ese pijerío, al igual que la industria naval, se ha reconvertido para adaptarse a los nuevos tiempos. Y así, ahora se arrima al PSOE y al PP indistintamente, dependiendo de por dónde puedan prosperar más sus intereses. Por otra parte, estos pijos supremos, que están en todos los grandes consejos de administración de nuestro país, llevan años desarrollando una afición privada que viene a ser como la clave del club de los poderosos, la contraseña tácita de la pijez triunfante: las cacerías exóticas. Leones y elefantes en África, osos en Alaska o Rumania. Hermosas criaturas costosísimas de abatir, y no porque sea difícil matarlas (se las ponen en bandeja), sino porque esos safaris son muy caros. Años ha, asistir a las cacerías de Franco también era una seña de identidad para los poderosos del momento, pero hoy abatir meras perdices se ha convertido en una horterada demasiado democrática. Ahora para pertenecer al club de los más pijos tienes que demostrar que puedes pagarte estas carnicerías monumentales. Pero cómo, ¿todavía no has matado tu rinoceronte? Entonces aún no pintas nada.
Este sangriento rito de iniciación en la pomada es tan importante que ya han empezando a educar a los alevines. En la revista cinegética Jara y Sedal se anuncia un campamento de caza e idiomas en Suráfrica para chicos y chicas entre los 11 y los 17 años. El bonito paquete didáctico ofrece la estancia de dos semanas en una finca, clases de inglés y abatir un facochero (un jabalí ) o un impala (un antílope) por alumno. Todo por 3.500 euros. Y vienen fotos de los chicos enarbolando rifles, aunque según nuestras leyes los menores no pueden utilizar armas de fuego. "Ay, chica, yo este año tengo al niño estudiando inglés y matando facocheros", dirá la señora Foforrilla de Flavicordio. Es un buen aprendizaje para encallecer a los retoños dirigentes y hacerles sentir su poder de vida y de muerte. Y además los colmillos y los cuernos se pueden montar en plata, una supermonada.
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