martes, 13 de febrero de 2007

La SIESTA reduce el riesgo de infarto (de El País)

Si pueden dormir la siesta, háganlo. Éste es el estimulante mensaje del epidemiólogo de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard (EE UU) Dimitrios Trichopoulos, que ha realizado un amplio y riguroso estudio prospectivo (implica el seguimiento de muchas personas durante años) para esclarecer hasta qué punto la siesta puede ser buena para el corazón.


Dos milenios después, la "hora sexta" o sixta de los romanos podría volver a ponerse de moda de mano de la ciencia. Los resultados de la investigación, publicada en el número de ayer de la revista Archives of Internal Medicine, indican que la costumbre de echar una siesta después de comer se asociaba con una reducción de la mortalidad coronaria en un tercio. Este estudio representa un espaldarazo científico a una serie de trabajos dispersos que apuntaban que la siesta ayuda a reducir el estrés y el riesgo de infarto, a la vez que favorece la creatividad y la productividad. Numerosas empresas en todo el mundo empiezan a habilitar salas de descanso para echar una cabezada después de comer, y el Gobierno francés ha llegado incluso a recomendar una siesta de 15 minutos en los centros de trabajo. Los autores de la nueva investigación, dirigidos por Androniki Naska, epidemiólogo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Atenas (Grecia), y por el propio Dimitrios Trichopoulos, estudiaron a 23.681 personas que vivían en Grecia y que, al principio del estudio, no tenían antecedentes médicos de haber sufrido una enfermedad coronaria, un ictus o un cáncer. El periodo de seguimiento medio de los participantes en este estudio fue de 6,3 años.


Los resultados demostraron que las personas que dormían habitualmente la siesta -definida por los investigadores como una cabezada al menos tres veces por semana durante un promedio de al menos 30 minutos- presentaban una mortalidad coronaria un 37% menor que las que no dormían la siesta. Quienes la dormían ocasionalmente mostraron una reducción estadísticamente no significativa del 12%. Según los autores de este estudio, los trabajos anteriores eran contradictorios, mientras que éste es el primer gran estudio prospectivo con personas sanas y el primero que controla minuciosamente factores de riesgo como la dieta y la actividad física. El aparente efecto protector de la siesta fue especialmente marcado entre los varones trabajadores, mientras que fue menos patente entre los que no trabajaban, principalmente jubilados. Entre las mujeres trabajadoras, el número de fallecimientos fue demasiado escaso como para sacar conclusiones. Los autores creen que el hábito de echar una siesta por la tarde puede actuar como un mecanismo de eliminación del estrés en las personas sanas, ya que existen abundantes pruebas de que el estrés tiene efectos adversos a corto y largo plazo sobre la incidencia y la mortalidad por enfermedad coronaria. El hecho de que la asociación fuese más evidente entre los hombres trabajadores que en los jubilados parece reflejar los distintos niveles de estrés con los que tienen que lidiar estos subgrupos de población.

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