jueves, 21 de septiembre de 2006

JAMES DEAN, ¿ACTOR O MITO?


Se cumplen 50 años de la muerte de un mito, o un actor, nunca me decido, creo que era muy joven y tenía muy poca experiencia para ser denominado gran actor (tal vez gran promesa). De lo que no cabe duda es que se ha convertido en un gran mito. Y más ahora que hay una exposición sobre él en Berlín y se ha abierto un debate sobre su muerte. Este es mi pequeño homenaje. ¡Va por ti, Jimmy!
Nació el 8 de Febrero de 1931 en Marion (Indiana) y la ficha del personaje es como el sendero de migas de Pulgarcito. Todo son pistas. 1- se llamaba Byron de segundo nombre (James Byron Dean), detalle de premonitorio romanticismo. 2- desciende de una familia de granjeros cuáqueros (el ambiente que presagia el clima trágico de AL ESTE DEL EDÉN). 3- pierde a su madre a los nueve años y su padre confía su educación a unos tíos. 4- sufre el síndrome del Patito Feo. La tremenda inseguridad de James Dean no residía en sus comienzos, estaba en su enorme timidez, en el miedo que le invadía, siempre que se sentía observado y esto, lógicamente en un actor era un enorme problema. Acomplejado por su corta estatura y su miopía, James empieza Derecho y luego lo abandona. Hace teatro y publicidad. Aparece en películas de Samuel Fuller, Douglas Sirk y hace de árabe en una adaptación de ¡André Gide!: El inmoralista. El gran salto lo da en 1954 cuando, con sólo 23 años, Dean es seleccionado por Elia Kazan para incorporar al incomprendido Cal Trask en AL ESTE DEL EDÉN, sobre la novela de John Steinbeck. Nicholas Ray, otro outsider, exacerbó estos rasgos en REBELDE SIN CAUSA (1955). George Stevens tenia fama de ser un director duro, pero sus películas eran auténticos éxitos de publico y critica, y los métodos que pudiera emplear no importaban a casi nadie en los rodajes. En aquella ocasión, con un calor sofocante, durante la primavera de 1955 en el desierto de Texas, se preparaba una importante secuencia de Giant (GIGANTE), y los actores principales llevaban soportando una enorme presión entre ellos, acrecentándose una rivalidad absoluta entre Rock Hudson y James Dean. Este ultimo llego hasta las manos en mas de una ocasión y sentía unos celos enormes del actor, al que llamaba cerdo constantemente. Esto lógicamente era incomodo para el equipo, pero gratificante por el resultado final del film, en donde los dos personajes interpretados por Hudson y Dean reflejaban con tal credibilidad su odio, que traspasaba la pantalla y ya forma parte de uno de los muchos atractivos de Gigante.
Su composición de los personajes que ha interpretado en el cine, contando con sus grabaciones del Actor-Studio, sus obras teatrales, tiene todos, absolutamente todos, un punto en común: La rebeldía. En los años 50, fue un autentico ídolo de toda la juventud. Su manera de actuar, de caminar, de hablar, de mirar con esa insolencia patente, era mundialmente imitada al máximo por todos los jóvenes, y aun, hoy en día, su recuerdo sigue tan vivo como lo estaba James Dean el día en que sentado en un viejo cine de Indiana, presenciaba un film de Laurence Olivier y se juro así mismo que en un futuro no muy lejano, llegaría a declamar a los clásicos como lo hacia el inolvidable actor ingles. Si James Dean es un mito de importancia vital para todo el cine, y para todo cinéfilo que se precie, su estructura como hombre y actor no tiene comparación posible. Tal vez por su tristeza latente, por su sensibilidad palpable y por su forma de vivir y ver la vida, su mito se difumina con otro de proporciones gigantescas como es Marilyn. Debemos agraceder al cine, a sus actores de leyenda y a esa época inolvidable, habernos dado tan inmortales personajes, a los que recordaremos siempre, mitificándoles aún mas.
Lucha generacional plasmada en carreras de coches y en los planos en escorzo sobre el rostro crispado de Dean. El mito ya estaba hecho. El volante y la pulsión suicida se convirtieron en terminaciones nerviosas de Dean, como la gabardina y el sombrero en el caso de Bogart. Jimmy representaba un molde peterpanesco, débil, casi feminoide… como el de Montgomery Clift. Pasados los años duros de la guerra, llegaba una generación criada en prosperidad. Y con ella la televisión, los primeros ídolos del rock y el tupé a lo Presley, primer signo de excentricidad capilar que presagia la revolución de las melenas de los sesenta. Si en las mejores películas lo insinuado aporta un plus de magia y misterio, la vida abruptamente interrumpida le presta a Dean un aura de romanticismo. Sería terrible imaginarlo entrado en años y en kilos, desperdiciado en cine barato y comercial. ¿O tal vez no? Nunca lo sabremos.
SU MUERTE
El 30 de septiembre de 1955, James Dean viajaba a gran velocidad por una carretera del norte de California, cerca de Salinas, en su Porsche Spyder 550, cuando Donald Turnupseed, que conducía un Ford sedán último modelo, giró a la izquierda delante de él desde el carril contrario. Estaba anocheciendo y Turnupseed no vio el veloz coche deportivo. En la colisión el enorme Ford destrozó el frágil Porsche, convirtiéndolo en un amasijo de hierros. Dean se rompió el cuello en el impacto y fue transportado en ambulancia a un hospital cercano, donde sólo pudieron certificar su muerte.
Tenía 24 años. Dean no había rodado más que tres películas y sólo una había llegado a los cines: AL ESTE DEL EDÉN (1955), la adaptación hecha por Elia Kazan de la novela de John Steinbeck, que después de ser estrenada en marzo había proporcionado al actor su primera efusión de críticas elogiosas. Murió sin terminar GIGANTE (1956), la epopeya tejana de George Stevens protagonizada por Rock Hudson y Elizabeth Taylor, pero el estreno de una película terminada por Dean meses atrás, un drama adolescente titulado REBELDE SIN CAUSA (1955), estaba previsto para el 1 de noviembre.
Sonaba insistentemente el teléfono en el domicilio de Elizabeth Taylor. Al descolgarlo una tremenda noticia, corrió veloz por la lujosa mansión de la actriz, al mismo tiempo que las manos que descolgaron el auricular, sudaban temblorosas. Minutos mas tarde acudían al lugar del accidente todos los miembros y amigos de James, los mismos que habían compartido la fiesta en casa de la actriz horas antes. Con los ojos empañados por las lagrimas, veían el coche completamente destrozado, retorcido y el cuerpo ensangrentado de su amigo, con el cuello roto, como era sacado por la policía de Salinas, prácticamente irreconocible.
Elizabeth con el vestido manchado por la sangre y totalmente aturdida, se recostaba en el pecho de Rock Hudson, llorando desconsolada la muerte de aquel amigo de 24 años, compañero meses antes en su ultima película y con el que le unían unos lazos fuertes de amor, amistad y trabajo. Ahora ya no estaba, ahora no podrían hacerse las confidencias que ambos necesitaban, porque el ayer en el presente, se había evaporado.
LA NUEVA TEORÍA
Una nueva teoría sostiene que el actor norteamericano no se mató por exceso de velocidad. Según un documental que emite la próxima semana la cadena de TV Channel 5, y cuyo contenido adelanta la prensa británica, aquel día fatídico, el velocímetro de su Porsche Spyder 550 marcaba sólo 112 kilómetros hora, 32 menos de lo que se creía. El documental, realizado con ayuda de la más moderna tecnología, revela además que frenó con fuerza para no chocar con el vehículo que se cruzó con él en la autopista. Contrario a la teoría de que trató de sortearlo, como se dijo en su momento. Según ese documental, era el propio actor quien iba al volante aquel día y no el mecánico alemán Rolf Weutherich. El cuerpo de Dean, que recibió el pleno impacto del otro coche, fue arrojado al asiento del acompañante en el momento de producirse el choque, según han podido determinar los expertos. Sin embargo, un testigo del accidente, Don Dooley, que tiene en la actualidad 65 años, sigue insistiendo en que el automóvil lo conducía el mecánico. Este resultó herido tan gravemente que no pudo participar en la investigación inicial. Cuando finalmente se recuperó, regresó a Alemania y no volvió a hablar de lo ocurrido. Murió en 1981, en otro accidente automovilístico.En su día, muchos consideraron que el Porsche Spyder era un automóvil demasiado potente para el joven Dean, y así el actor Alec Guinness tuvo el presentimiento de que su colega moriría al volante de ese vehículo y se lo advirtió. Pero, claro, el “Rebelde sin causa” no le escuchó”. Aunque parece que también tenía cabeza y sentimientos, estas son algunas de las frases que dijo en su momento y ahora le vienen al pelo, especialmente la última:

"Un actor debe aprender todo lo que se puede saber. Experiencia; hay que experimentarlo todo, o acercarse a ello lo mas posible."
"Nadie ha hecho nunca nada por mi. No le debo nada a nadie" .
"Creo que la razón primordial por la que existimos, por la que vivimos en este mundo, es el descubrimiento" .
"La única grandeza del hombre es la inmortalidad".

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